A medida que las apuestas continúan integrándose en el tejido de la vida cotidiana, desde aplicaciones e influencers hasta la estructura cada vez más gamificada de las experiencias digitales, se vuelve más difícil ignorar una verdad incómoda: los jóvenes están apostando, a menudo a plena vista, y frecuentemente de formas que escapan a la regulación y supervisión.
Un creciente cuerpo de investigaciones internacionales pinta un panorama preocupante. En el Reino Unido, un informe de 2018, confirmado y ampliado por estudios posteriores del 2023, de la Comisión de Apuestas, reveló que el 14% de los jóvenes de entre 11 y 16 años habían gastado su propio dinero en apuestas durante la semana anterior, y casi el 40% dijo haber apostado en el último año. Si bien estas cifras incluyen actividades informales como apostar con amigos o usar máquinas en pubs, el hecho de que el 6% reportara haber apostado en línea - a menudo usando la cuenta de un padre o tutor - revela lo fácilmente que se cruzan los límites. Además, muchos de estos jóvenes informaron haber comprado boletos de raspar siendo menores de edad, usualmente con la ayuda de un adulto. Incluso cuando ocurren intervenciones, tienden a provenir de miembros de la familia más que del personal de tiendas o de los operadores de apuestas.
En Australia, el patrón es igual de evidente. Uno de cada seis adolescentes de entre 16 y 17 años había apostado en el último año, a pesar de que es ilegal para menores de 18. Las actividades incluían apuestas deportivas, apuestas en carreras y máquinas de póker; todas ellas supuestamente restringidas. Lo especialmente notable es cuántos adolescentes eluden estas restricciones, a menudo mediante el acceso en línea o entornos familiares donde las apuestas están presentes. La línea entre los videojuegos y las apuestas también se está volviendo cada vez más difusa. Una gran proporción de adolescentes participa en juegos tipo apuestas, como aplicaciones de casino sociales, y quienes lo hacen tienen más probabilidades de apostar con dinero real más adelante.
La historia continúa en todo el mundo. En Connecticut, más de una cuarta parte de los estudiantes de secundaria habían apostado en el último año, con tasas significativamente más altas entre los varones y adolescentes mayores. Entre quienes apostaban en línea, más de la mitad cumplían con los criterios para un problema o trastorno de juego. Estos comportamientos rara vez existen de forma aislada. Los jóvenes que apuestan con frecuencia también tienen más probabilidades de consumir sustancias, autolesionarse y experimentar problemas graves de salud mental, incluyendo ideación suicida. También es más probable que tengan dificultades académicas y se sientan desconectados de adultos que puedan brindarles apoyo.
En Italia, el uso de máquinas tragamonedas sigue siendo común entre los adolescentes a pesar de la regulación. Un estudio de la región de Pavía encontró que más del 13% de los jóvenes de entre 15 y 17 años había usado máquinas tragamonedas de video, y el 1.4% las usaba mensualmente de manera regular. Las cifras eran más altas entre los varones y estaban fuertemente asociadas con bajo rendimiento académico, consumo de sustancias y antecedentes familiares de apuestas. Alarmantemente, los estudiantes también reportaron saber dónde acceder a sitios web de apuestas que aceptan usuarios menores de edad, y el uso en línea de máquinas tragamonedas de video ha aumentado bruscamente en los últimos años.
Incluso en Argentina, donde las apuestas de menores están legalmente prohibidas, la aplicación en el mundo real a menudo es deficiente. Estudios regionales sugieren que el juego comienza temprano, a veces desde los 12 años, y el creciente alcance del acceso móvil, combinado con una supervisión mínima, hace que la prevención sea aún más difícil. El informe de A.L.E.A. (Asociación de Loterías, Casinos y Quinierlas de Argentina) llamó la atención sobre la normalización de las apuestas a través de la publicidad, la cultura deportiva y las funciones dentro de los juegos que imitan mecánicas de apuestas, como las cajas de recompensas. También subrayó la urgente necesidad de marcos de vigilancia y prevención a nivel nacional.
Aunque el contexto de cada país es diferente, ya sea en términos de cultura, estructura legal o respuesta en salud pública, los temas comunes son difíciles de ignorar. Los varones tienen constantemente más probabilidades de apostar. Las plataformas en línea son consistentemente difíciles de regular. Y la presencia de apuestas en el entorno familiar o entre pares hace que sea aún más difícil proteger a los jóvenes de la exposición. El juego problemático en la adolescencia no ocurre de forma aislada; está incrustado en una red más amplia de factores de riesgo, que incluyen salud mental, consumo de sustancias y presiones socioeconómicas.
Entonces, ¿qué hacemos con esta información? Para empezar, dejamos de tratar las apuestas entre menores como un problema marginal. No se trata solo de chicos colándose en casas de apuestas. Se trata de cómo los entornos digitales hacen que apostar sea más fácil de acceder, más difícil de monitorear y profundamente entrelazado con los mundos sociales y emocionales de los jóvenes. Los esfuerzos de prevención deben comenzar antes, estar integrados en las escuelas y tomarse en serio la superposición entre videojuegos, apuestas y salud mental juvenil. Los marcos regulatorios deben ponerse al día con las realidades del juego digital, especialmente en lo que respecta a la publicidad, redes sociales y verificación de edad.
En última instancia, las apuestas entre menores no son solo una laguna regulatoria. Son un reflejo de cómo, como sociedades, pensamos sobre el riesgo, la recompensa y la responsabilidad. Los datos están ahí. Los daños son claros. Ahora es momento de que las políticas y prácticas reflejen esa urgencia.